24.9.08

EL INTELECTUAL Y LA SOCIEDAD

por Mohamed Mahamud Embarec

Uno de los rasgos más sobresalientes que caracterizaron el periodo de los 35 aňos de nuestra guerra de liberaciόn fue el proceso de creciente politización de la cultura y culturización de la política. Se trata de un tiempo donde no sólo se politizó el intelectual, el estudiante, el empleado, el obrero o todo aquel ámbito público donde tenían lugar las diversas expresiones del pensamiento, sino también un período donde se operó una profunda culturización de las prácticas políticas.

La madurez de una institución o de una sociedad en su conjunto está, entre otras cosas, en la capacidad de un número cada vez mayor de sus miembros para cuestionar lo que leen, escuchan y ven. La capacidad de análisis es directamente proporcional al nivel intelectual del individuo

La gente común no suele tener más que conocimientos básicos, basados en observaciones apresuradas de lo cotidiano y en lo que oyen decir a los demás. Tienen diferentes conceptos de lo que es el bien y cada cual lo confunde con lo que le gusta o le conviene.

El intelectual, gracias a su nivel cultural, nivel adquirido por méritos, porque tiene algo que los demás no han hecho y eso es el haber tenido el privilegio de acceder a los estudios que otros, por una razόn u otra, no han podido hacer, tiene la facultad de juzgar y analizar los hechos y acontecimientos que giran en torno a nosotros.

Y si los asuntos importantes de la política son difíciles de comprender por los ciudadanos simples, la opinión del combatiente, el trabajador de la Media Luna Roja, el funcionario del Ministerio, el anciano sentado en su jaima en espera del retorno a su tierra, etc, es lόgico que no sea consultada a la hora de discutir y establecer las estrategias para elaborar un proyecto de desarrollo o una ofensiva diplomática, por la simple razόn de que no tiene la sabiduría y visión de largo plazo que el intelectual tiene. Por supuesto, esto no quiere decir que éste es el único que tiene derecho a intervenir en asuntos que nos incumben a todos.

Tiene todo el derecho de hacerlo, pero lo que resulta preocupante es si nosotros tenemos la obligación de aceptar todo lo que piensa y esto suscita un debate interesante : Justifica esto la postura paternalista de considerar al pueblo como un perpetuo menor de edad? Tiene siempre razόn el intelectual cuando se pronuncia sobre una cuestiόn, como por ejemplo cuando pide la dimisiόn de un minsitro de gobierno o un director de empresa porque no tiene el nivel intelectual necesario o por otras razones? Puede la intelectualidad ascender hasta el rango de autoridad o hacerle la competencia?

El grado de instrucciόn no es necesariamente un criterio para ser un dirigente, como tampoco un intelectual, por ser tal, puede convertirse en dirigente, aunque eventualmente los dos roles puedan conjugarse en una misma persona.
Esto permite esclarecer la confusión, muy frecuente en algunas opiniones que tienden a identificar al dirigente con el rol del intelectual. Un dirigente es tal no porque sea intelectual, sino porque tiene la capacidad de liderazgo, cuyo perfil entre otras cosas puede contener una buena formación teórica. Igualmente, un intelectual no por el hecho de ser tal tiene méritos suficientes para ejercer las funciones de dirigente.
El ambiente exterior en el que se ha educado nuestra clase intelectual ha hecho que ésta guarde cierta distancia de la realidad. Fenόmeno que la TV del Aaiun ha querido explotar en su beneficio justificándolo como resultado del "surgimiento de una nueva generaciόn crecida en un medio saturado por los principios de la democracia y el respeto de los derechos humanos" aludiendo a los articulos críticos de ciertos autores en ARSO.

Algunos se enrollan en disquisiciones seudointelectuales intrascendentes, cuando lo esencial, por encima de cualquier cosa, es arrebarar nuestra tierra al enemigo para, en consecuencia dedicarnos a otros menesteres de la vida política y cotidiana. Y lo peor es que intentan hacernos creer que sus planteamientos constituyen las reivindicaciones de un número considerable de conciudadanos.

En las sociedades europeas, los miembros de un partido son aquellos ciudadanos que cotizan y contribuyen econόmicamente a que el partido tenga los medios suficientes para llevar a cabo las tareas necesarias para atraer la simpatía y confianza de los votantes. Estos últimos son ciudadanos simpatizantes pero, de ninguna manera, son considerados como militantes. La militancia tiene sus requisitos y sus derechos. En el seno del partido, solo los militantes tienen derecho, mediante el voto, a operar cambios en la direcciόn del partido.

En consecuencia, en lo que concierne a las autoridades e instituciones del Frente Polisario, son las bases las que eligen a los miembros de las altas instancias del movimiento de liberaciόn saharaui. Sόlo la voluntad de los militantes saharauis, como en todas partes, sera susceptible de realizar cualquier cambio. De ahi surge la legitimidad jurídica e institucional de la direcciόn del Frente Polisario y el gobierno saharaui.

Si la clase intelectual saharaui, participa ardúamente en las tareas de la lucha en los campamentos y territorios liberados de la RASD en los diferentes campos de la vida cotidiana, está lejos de seguir el prototipo clásico de la clase intelectual de otros paises compuesta mayoritariamente por individuos que no juegan un rol actancial en la contingencia de los hechos.
En una sociedad estable, entiéndase que no esta en guerra y se encuentra asentada sobre su suelo, el rol de la clase intelectual es más bien instigador, persuasivo, o disuasivo. No actuan si no es mediante actos de habla, frecuentemente impresos sobre papel. Generalmente es una intelectualidad burguesa ya que se ha desarrollado en un ambiente que hizo de ella el equivalente de clase media. Luego, la intelectualidad representa a un sector de la clase media que elige establecerse y surgir en la vida criticando en vez de haciendo. Esto caracteriza esencialmente a nuestros intelectuales que se desenvuelven fuera de los campamentos.

Tradicionalmente, los intelectuales han detentado un grado de independencia proporcional a su compromiso con 'la Verdad'. El intelectual prefiere morirse de hambre por sus ideas antes que comprometerlas, al menos en un plano ideal, pues sabe, como buen miembro de la clase media, que JAMAS va a morirse de hambre.

La clase media alberga a aquellos individuos que no pasan reales penurias, pero que quieren más, que critican el estilo de vida de los ricos, queriendo distanciarse lo más posible de los pobres. Critican a los governantes para hacer acto de presencia, decir "nosotros también estamos aqui", una necesidad de imponer su presencia con el afán de destacarse.

La conjunción criticar/envidiar de la clase media es, pues, el alma crítica del intelectual , que aboga por un 'deber ser' de las cosas, mientras se sabe incapaz de hacer más que, simplemente, quejarse (el intelectual creyéndose la conciencia de la sociedad)

Esta creencia es la que hace que la clase intelectual (tecnocrática, especialistas, etcétera) se eleve por encima del resto de la sociedad. Las malas lenguas dicen que un intelectual suele tener tendencia a ser un soberbio por naturaleza: yo sé hacer las cosas, tú no. Todo lo que tú pienses está mal porque no eres un intelectual. Todo lo que yo diga, por obvia razón, es correcto.

En nuestro caso, algunos intelectuales, sin ser siquiera miembros de una diáspora organizada y militante, están lejos de ser individuos que militan en el seno del Frente Polisario, condiciόn que les otorgaría el derecho a pronunciarse sobre cuestiones trascendentales, ni están dentro de las instancias competentes para expresar sus reivindicaciones como miembros adherentes, sin embargo no vacilan en levantar la voz para pedir la dimisiόn de nuestra Ministra de la Cultura. Tendrían razόn las malas lenguas en cuanto a la soberbia de los intelectuales? Esperemos que no. De todas maneras, lo que nadie puede negar es que si sus voces se alzaran desde Rabuni, Smara o Dajla tendrían más eco que desde Valencia, Paris o cualquier otra ciudad donde hayan decidido establecerse sin aportar a la causa nada más que juicios cuyos beneficios o perjuicios son susceptibles de hacer equilibrio en la balanza. Lo que es evidente es que los saharauis ya son "mayorcitos", gracias a su larga experiencia saben lo que hacen y no necesitan ningún tipo de paternalismos ni ingerencias del exterior, sean cuales sean sus objetivos.
24.09.08
Mohamed Mahamud Embarec, Bruselas (Mahamud@skynet.be)
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